Paseaba ayer por el antiguo cauce del Turia. Hacía un gran día, con un descomunal sol de almíbar haciéndole justicia a los (cada vez más) parados que por allí pululábamos. Entonces, cuando abandoné mi divagar, escuché, como el que no quiere la cosa, una interesante conversación que mantenía un trío de post adolescentes.
La chica mostraba su par de botas nuevas a dos amigos. Alardeaba del precio de las mismas. Bastante más de cien euros.
A uno de los chicos se le ocurrió (si nos callásemos a veces) cuestionar la relación estética-precio de dichas botas, a lo que ella le espetó cargada de una desairada e incontinente irritación:
-“Si tú fueras tan guapo como estas botas, entonces saldría contigo”El chaval calló y mostró su estupor con una indescriptible mueca de indefensión dirigida al tercero en discordia.
Continué caminando, crucé la calle y vi entonces a otro joven arrancando su coche nuevo. El mismo se santiguó varias veces tras accionar el arranque y besó el volante con una devoción incontenida.
Más tarde, una inminencia universitaria nos aseguró que la que vivimos es la mayor crisis conocida por el ser humano. Me lo creí.
Yo ya te lo dije