martes, 11 de noviembre de 2008

True Blood

Cuando un piloto no me gusta me lanzo a este blog segundos antes de que termine para escribir la crítica más desalmada. Así soy yo. Cuando me gusta, sin embargo, me entra el miedo. Tengo que catar muchos capítulos para no meter la pata, para estar segura de qué serie es la que tengo delante.

Con una serie española todo queda claro desde el piloto. Todo está lleno de obviedades y lo que suceda a lo largo de los episodios será siempre igual (salvo en El internado, que se reinventa cada dos por tres porque se les olvida todo lo anterior). Pero en una serie de verdad ese camino que va del piloto al capítulo 5 es inmenso e impredecible. Gracias a Dios. Imagínense si el artífice del asunto es un tipo como Alan Ball.

El piloto de True Blood nos dejó a todos con la boca abierta. Y no porque fuera una serie distinta, que lo era, sino porque no tenía final. Como se trataba del pre-air pensamos que los problemas se solventarían en el piloto. Pero nada más lejos de la realidad, no exisitió diferencia entre ambos capítulos. Lo único que cambió fue una actriz secundaria. Es lo que tiene ser Alan Ball, que lo que él decida va a misa aunque el público proteste.

En A dos metros bajo tierra el humor negro quedó claro desde el principio. La serie era un dramón pero el hecho de que los muertos charlaran alegremente con su embalsamador quitaba hierro al asunto. Sin embargo, en True Blood el tono es difuso. Por un lado, es una serie de vampiros, que en principio parece que debería darnos miedo, y por otro está llena de personajes estrafalarios que se acercan más a un Gilmore Girls que a un Entrevista con el vampiro.


Ryan Kwanten, el alma de la serie

Basada en los libros de Charlaine Harris, True Blood es un batiburrillo tan incomprensible como encantador que tiene su punto fuerte en el tratamiento de sus personajes y su punto débil en las escenas de acción. Y aquí permítanme contradecirme, porque puntos fuertes y débiles se dan la mano y lo que para algunos puede resultar grotesco, para otro puede resultar divertidísimo. La línea que separa la comedia negra del drama, aquí es tan delgada que puede provocar rechazo o entrega absoluta. Lo que en principio debería dar miedo, da risa, y los encuentros amorosos a medianoche son escandalosamente ridículos. Lo que yo no entiendo es por qué el tono de la serie no quedó claro desde el piloto ¿Es un error de base? ¿Una decisión premeditada? Sea como fuere todo esto hace que yo sea una enamorada de esta serie, que me sienta a gustísimo con cada sorpresa, con cada mezcolanza de géneros y que disfrute como una enana con los cliffhangers más locos y divertidos de los últimos años (que ya es decir).

Los vampiros de True Blood se codean con los humanos, discriminarlos es ilegal y todo esto tiene lugar en el Sur de Estados Unidos, donde si te descuidas cualquiera te hace un exorcismo. Y por si todo esto fuera poco, encima la protagonista de esta historia es telépata, una característica que parece un poco extraña a priori, pero que termina funcionando. True Blood reúne todas las características que Héroes debería haber tenido, y que todos esperábamos ansiosos.



Aquí, los tópicos vampíricos se trastocan con gracia, y son los propios personajes los que indagan sobre estos cambios para que nosotros nos enteremos, así que en resumen se podría decir que un vampiro es un muerto viviente que necesita de sangre humana para sobrevivir, que duerme de día, que se refleja perfectamente en los espejos pero que jamás debería ponerse una cadena de plata en su cuello.

El tema es que la sangre que los vampiros deben beber (porque eso de ir chupando cuellos no es demasiado legal) está envasada y se llama "True Blood". Se puede comprar en cualquier supermercado e incluso beber en la barra de un bar de carretera. Los vampiros necesitan de la sangre humana para vivir, pero además, la sangre de los vampiros es, para los humanos, la droga más potente del mercado.

Y ahí no termina la cosa, además hay muertes. Hay toda una trama detectivesca sobre el violento asesinato de un montón de mujeres del pueblo.

Fíjense en lo que les estoy contando, esta serie tiene de todo, lo de menos son los vampiros. Alguno se llevará las manos a la cabeza ¿una serie de vampiros que no da miedo? No, no da miedo, y ni falta que hace. Pero todavía no llegué a lo más importante porque aparte de todo esto, lo mejor de la serie es la química que hay entre Sookie y el vampiro. Parece ser que en la vida real son novios, y no me extraña porque parecen nacidos el uno para el otro. Anna Paquin está piradísima, tiene una cara de loca que no puede con ella y nada le podría ir mejor a ese personaje. Y Stephen Moyer ... Ay... me muero de amor.