lunes, 17 de agosto de 2009

Los Soprano

De más está decir que si no la han visto entera deben huir de esta entrada.

Esta mañana terminé Los Soprano. Me había despertado resfriada por culpa del exceso de aire acondicionado así que me pegué casi 6 horas tumbada en el sofá viendo los últimos 6 capítulos de la Sexta temporada. Cuando termina una serie como ésta te entra mucho miedo porque han sido muchos capítulos, muchos muy buenos y no quieres algo que desentone. Quieres coherencia y respeto. Yo no me merecía mucho respeto porque vi la serie en los últimos dos meses, pero sí todas aquellas personas que se pegaron 7 años. A ese miedo hay que sumar también el otro miedo, el del final de la historia de Tony, que podía desembocar en tragedia, redención, fracaso o felicidad. Las posibilidades eran muchas para una cabecita soñadora como la mía. Lo que nunca imaginé es que iba a ver lo que vi.

Cuando termina Los Soprano una quiere MATAR. Así que cuando terminó, cuando aparecieron los créditos, esas letras blancas contudentes como una patada en la boca, lo primero que hice fue llamar a mi novio y pedirle explicaciones de por qué me había permitido acercarme a esta serie sabiendo lo que me esperaba al final. ¿Un fundido a negro? ¿Un fundido a negro de 11 segundos? Lo primero que se te viene a la cabeza es "¿Por qué?". ¿A qué viene esta necesidad de tomarnos el pelo? ¿Es más importante la trascendencia mediática que tu historia? . "Gratuitamente" es lo segundo que se te pasa por la cabeza. Después de matar quieres gritar, insultar pero entonces sucede... Las ideas se recolocan y el negro de tu cabeza se difumina para dejarte ver la verdad.



La cosa es que la serie podía haber acabado de otra manera. De muchas maneras y contar lo mismo, pero hay que ser un genio y David Chase lo es, para impactar a tu espectador de esa manera. Para dejarlo con el cerebro dando vueltas y el corazón del revés.

Dice mi novio que la historia está abierta, que Tony sigue vivo. Y yo creo que no, que Tony Soprano muere en esa cafetería, sin enterarse. Lo último que ve es a su familia, y lo último que oye a es Meadow entrando por la puerta. Los mejores aros de cebolla de New Jersey y un fundido a negro. Ya está. Nada más. Bobby en el barco le había explicado que así sería. Tres intentos de asesinato. Meadow intenta aparcar y logra hacerlo a la tercera. No tiene pérdida.


Los Soprano es una serie errática. Difícil de ver. Con historias abiertas, con personajes que de pronto desaparecían durante 5 capítulos, o morían sin más. Es una serie que nunca subrayó nada, que siempre nos dejó decidir. Para mí era muy frustrante, yo quería que Tony se enterara de que el propio Ralphie había mandado matar a Jackie Aprile, pero nunca se entera, nunca nadie lo sabe. Ralph muere en el momento menos esperado, cuando podría seguir dando juego, cuando podría dar pie a muchas nuevas historias. De pronto en la última temporada Vito cobra protagonismo cuando nunca había pintado nada. No es una serie normal. Se saltó todas las reglas.

Hay un momento que me encanta. Carmela recibe la llamada telefónica de la rusa y se entera de que Tony se tiró a la coja (no puede soportar estar por debajo de una coja, de las demás sí, lo ha hecho todos estos años, pero lo de la coja es demasiado humillante), así que espera a su marido histérica y va a pedirle por fin el divorcio. Entonces Tony aparca el coche, está escuchando "Layla" de Eric Clapton, una de las canciones emblemáticas de una de las grandes pelis de mafiosos de todos los tiempos, Goodfellas (es la canción que se oye durante la masacre a la familia, cuando van encontrando a los muertos abandonados en camiones frigoríficos o en aparcamientos). Tony está contento, se baja del coche y entra en la casa para encontrarse con la ira de su mujer. Ya no estamos en Goodfellas, la peli de gansters se convierte en un drama familiar común. Y esa es la clave de Los Soprano.



Durante toda la serie yo no hacía más que preguntarme qué me estaban queriendo contar. No entendía por qué el tipo iba al psiquiatra y ¡esa mujer! ¡por dios! ¡La doctora Melfi! ¿por qué no lo ayudaba? ¿Al final la terapia iba a dar sus frutos? ¿Tony iba a huir con su familia a Venezuela después de declarar contra toda la cosa nostra neoyorquina? Yo estaba intentando ver otra cosa. Estaba deseando ver otra cosa.

Y hasta el último capítulo no lo entendí. No entendí que Tony era un criminal que intenaba justificar su naturaleza gracias a las sesiones de terapia. AJ seguramente acabará siendo capo de la mafia en pocos años. Todos terminan salpicados y el que no acaba muerto lo hace en la carcel o solo como Junior, encerrado en un hospital, sin alma y sin memoria.

No me gustaron los capítulos oníricos pero me encantó el primero de la Sexta, el del coma en el hospital y la vida paralela del otro Tony. Me morí de risa con el capítulo de Paulie y Christopher perdidos en la nieve. Disfruté como una enana con cada escena de Pantoliano y de Aida Turturro, me emocioné con la vuelta de Annabella Sciorra y aplaudí cada gesto de Carmela, su maravillosa evolución estética, su cambio de color en la ropa, en su peinado, en todo menos en las uñas. Rebobiné escenas de Gandolfini para verlas de nuevo y sólo lloré dos veces, cuando Carmela llega al hospital y ve a Anthony Junior hablando alegremente con su padre en coma y cuando Tony saca a su hijo de la piscina. Quise llorar más, pero no pudo ser. No me dejaron, los cabrones.


Los Soprano cuenta el paso de un hombre en la historia de la mafia. Una historia que existía sin él y que continuará sin él. Está en nosotros recordarlo como asesino o como víctima. Maldito seas David Chase, nos has convertido en la doctora Melfi. Tony nos hablaba todo el tiempo a nosotros. Y ahora es cuando viene el análisis, de Tony y claro, de nosotros mismos. Malditos guionistas, maldita HBO.